Fue en la casa de mis viejos; precisamente en la cocina.
Por mucho tiempo había observado los ingredientes base: harina, papas, carne, huevo, leche, verduras, frutas y, por supuesto, los maravillosos aliños. Era el software con el cual se programaban las mejores recetas culinaria de mi familia. Tambien me dediqué a observar lo importante del hardware para el éxito de aquellas preparaciones: Las ollas, sartenes y los demas instrumentos indispensables como lo es un buen cuchillo.
Mas tarde orienté la observación del oficio. Apreciar la técnica y habilidades de mi madre y abuelas en la cocina; todas musas inspiradoras de mis principales emprendimientos en la vida.
Eran simples recetas, llenas de enjundia y sobre todo mucho amor. Cada una de ellas lograba un plato único e irrepetible donde su olor y sabor se impregnaba en el alma de cada uno de los comensales de la familia.
El kuchen de manzana de mi abuela Meche era un clásico. Mi viejo ya lo sabia de tiempo atras y nosotros despues lo hicimos nuestro. Era especial. Tosco, imperfecto pues chorreaba la masa al salir del horno y algunas veces mas dorada de lo que correspondía, pero era unico e indescriptible su sabor. Era perfecto.
De mi abuela Lala, los postres de leche fueron su sello que también heredaría mi madre: flan casero, leche asada, leche nevada, hmmm. Todos maravillosos e indescriptibles. Las repeticiones eran 3 veces a lo menos.
Nuestra madre obviamente tenia su sello particular y ese eran las tortas de cumpleaños; puro amor directo a la vena. Los que han tenido la suerte de probar esa masa esponjosa rellena de crema pastelera, mermeladas caseras en varios colores y bañada de manjar saben a de lo que me refiero.
Un manjar de dioses que inevitablemente evoca mis treintaitantos anteriores cumpleaños, toda una vida plagada de recuerdos de mi familia, historias con mis amigos de infancia, con los búfalos y dinosaurios, toda una vida en el colegio, los scouts y las comunidades, la universidad, la panilla, y todos los amigos de la vida.
Me hubiera gustado colocar un trozo de torta, pero la WWW todavia no tiene olor ni sabor, y creo que nunca los tendrá. (Y si me equivoco en esta frase, no sere ni el primero ni el último.)
Siguiendo con la tradición, es ahora nuestra hija quien ha heredado esa curiosidad culinaria. Ni siquiera su alergia que le impidió tomar leche por casi 3 años ni comer huevo le impidió dedicarse a observar en la cocina. Hoy ya ya es una mini-chef de galletas, postres y de esa maravillosa torta de brownie/chocolate que ha dejado al padre, ala madre, a su padrino y a sus abuelas boquiabiertas.
En mi caso personal, fue en la tropa scout por allá por 1982 el debut culinario y lugar necesario para testear muchas veces a prueba y error aquella teoría aprendida en la infancia y tambien innovar en gastronomia masiva: fondos de arroz para 40 personas sin que se pegara ni un solo grano. (Bueno esa fué solo una vez, el resto de ollas pegadas las lavabamos a orillas del llanquihue con barro y piedrecillas. el mejor desengrasante natural).
Luego de eso, inevitablemente el amor por lo gourmet y estilo sibarita se apoderó de mi. Recetas inventadas on-the-fly. Una buena terapia que hago mia y extensiva con mi familia -lease pinches de cocina- algunos fin de semana donde entre todos inventamos recetas, nos reimos a carcajadas y sobre todo nos divertimos mucho cocinando acompañado por supuesto de buena música, como esta de Cafe del Mar.
Fue en la casa de mis viejos; precisamente en la cocina donde aprendí la receta de la felicidad.
Keep Rocking!
sábado, 14 de marzo de 2009
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